domingo, 6 de enero de 2013

LO QUE ENTIENDO POR BOXEO

     Una nueva colaboración llega a este blog, y en este caso viene de la mano de mi amigo Juan Navarrete (@vraudym), que nos ofrece su visión personal y diferente del mundo del boxeo.


LO QUE ENTIENDO POR BOXEO


          
          Si se me pregunta por boxeo, he de confesar que solo puedo responder en términos de cine negro. Sé que hablamos de una disciplina deportiva y que hasta tiene la categoría de olímpica pero, sinceramente, para mí eso es otra cosa. Así, no puedo concebir un combate en una fecha posterior a los años 60, ni en un lugar distinto a un pabellón cochambroso, en cuyo centro se levanta el cuadrilátero (aunque casi resulte imposible verlo desde las butacas más alejadas, pues la atmósfera, viciada por el humo de cientos de cigarros y puros, el olor de una muchedumbre enfervorecida que traspira adrenalina pura y sus gritos viscerales, de tan densa golpea casi con la misma fuerza que los púgiles). 




           En este ambiente atrabiliario y envilecido, las clases populares quedarán arriba del todo con sus trajes arrugados y mil veces remendados, camisas con el puño y el cuello sucios y zapatos agujereados, mientras las primeras gradas, los que están casi bajo las cuerdas, vestirán trajes cortados a medida, sombreros de ala ancha, corbatas con ostentosos alfileres, pañuelos de seda y a su lado, como un adorno más, como otra ostentosa exhibición de clase, mujeres con vestidos largos, de generoso escote, ceñidos a la piel pálida, con una apertura lateral que les permite mostrar unas piernas esculturales embutidas en medias también de seda, rematadas por zapatos de tacón alto. Y en el ring, ese lugar donde cae pesadamente la desmesurada luz argéntea de los focos, han de enfrentarse, no puede ser de otro modo, el Campeón contra el Aspirante.




        La metáfora (la crítica social que tiene que acompañar siempre al cine negro) está servida: porque el Campeón se identificará con los que están más cerca y al igual que estos, no tendrá escrúpulo alguno para ganar el combate, se servirá del soborno, la amenaza, el golpe ilegal que el árbitro, convenientemente, no amonestará, porque ya no es un deportista, porque lo que le interesa es mantener su estatus; y el Aspirante será quien represente a la gran mayoría al ser su procedencia común a la de todos ellos, porque si se dedica a este brutal deporte es como única salida a una existencia que está abocada al crimen o a la pobreza, es decir, paradójicamente ha de ejercer la violencia para no ser su víctima: por eso nunca se rendirá, por eso jamás tirará la toalla y de ningún modo aceptará el chantaje de los corredores de apuestas. Ahora bien, esto no le asegurará la victoria, de hecho, tras este combate definitivo, o el Aspirante acaba venciendo y convirtiéndose en Campeón de modo que se alejará, corrompido por el éxito, de sus orígenes hasta que se enfrente con un nuevo Aspirante, trasunto de quien fue él no ha mucho; o pierde, de una forma definitiva y absoluta, puesto que al hacerlo no le quedará más remedio que finalmente ceder, vender sus puños y convenirse en un matón, en un delincuente menor y eternamente desdichado.




Eso es para mí el boxeo, una imagen arquetípica, sí, supongo muy alejada a lo que el anfitrión de esta página (conocedor y amante del deporte) sabe que es real, pero no quería dejar pasar la oportunidad de rendir un pequeño homenaje a ese puñado de películas de las que se me ha quedado grabado el ambiente descrito más arriba (Marcado por el odio, El ídolo de barro, Más dura será la caída o Toro salvaje se me ocurren a bote y pronto).




Juan Navarrete
@vraudym

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